viernes, 20 de mayo de 2011

El discreto encanto del simbolismo

Conversación de un proyecto de escritor con un aprendiz de agente literario
(Frag. del dossier de La sombra del relámpago)


 
Recuerdo que una vez fui poeta. Quizá no escribía muy bien, pero vivía como tal. Quiero decir, nada de desmanes ni de grandilocuencias, que sólo tienden a apuntalar obras insuficientes por sí mismas. En cambio, era mirar el agua y licuarme, mirar el fuego y arder, mirar la tierra y sentir mis raíces móviles acariciándola con cada paso, beber el aire e intoxicarme de altura. Sabía entonces que la vía láctea cabía en mi mano y quizás por ello podía yo escupir ideas cuyo significado era asequible únicamente en sueños, allí donde las frases más inocentes suelen cobrar resonancias apocalípticas y donde las más crueles expresiones a menudo nos acarician el alma. ¿Es que acaso no resulta evidente el desmedro de la semántica que en favor de la sensación pura opera en los sueños?
El lenguaje poético inevitablemente descansa en pautas oníricas. El resto, es sólo autorreflexión tautológica del concepto, que es lo que estoy haciendo ahora y lo que vengo haciendo desde que dejé de poetizar. No fue una decisión fácil, ni siquiera estuvo en el campo de mi discrecionalidad. Simplemente sentí que mis versos se volvían más y más teoréticos, a tal punto que bastardeaban lo que debía ser su esencia. Así que una vez más quemé las naves y proseguí en pos de nuevos rumbos, tentando esta vez historias cuasi ficticias en las que podía explayar mis inquietudes filosóficas y descriptivas sin lesionar los sacrosantos estadios supraterrenos que corresponden a LA POESÍA.
-LA POESÍA es algo grande, Gabriel, dejáte de joder –me decía cierta noche Renato desde atrás de su vaso de fernet con coca en el living de mi casa. –LA POESIA, vos mismo me lo dijiste, es Rilke, es Eliot, qué sé yo, no es una cosa así nomás. Vos seguí con los cuentos, que andás bien.
-¿Te parece, loco? ¿Y qué carajo hago con las poesías ésas que vengo escribiendo desde que era chico? ¿Las tiro a la mierda?
-Y, no sé, boludo, qué querés que te diga. Capaz que si agarrás chapa con los cuentos después en una de esas las podés vender, viste que la gilada compra cualquier cosa, una vez que conseguiste tener marca registrada. Pero no te vayas a pensar que porque vendés son POESÍA, eh.
-Tá bien, tá bien, pero se me hace que sos un poco duro, che, hay algunas que no son tan malas, –argumenté, mientras hojeaba nerviosamente un volumen de mis “Eufonías Rioplatenses” en busca de algún poema que me permitiese reverdecer un poco aunque sea mis mustios laureles. Me planté en “Anfisbena” y me pareció que había encontrado un alegato –artero y falaz, aunque alegato al fin- para contraatacar y recuperar un poco de autoestima.
-Ves, ésta me gusta. ¿La leíste?
-Sí, creo que sí –me contestó, acusando desinterés y cierto fastidio.
-Sabés, lo que es una anfisbena, ¿no?
-No, la verdad que no.
-¿¡Entonces cómo carajo hiciste para evaluar la poesía, la reputa que te parió!?
-Bueno, pelotudo, no sé, la cuestión es lo que te deja.
-Lo que te deja, la pindonga. ¿Qué carajo te va a dejar, así? Es como leer una carta en alemán sin saber alemán, forro. ¿Querés que te documente un poco, y la volvés a leer?
-No, Gabriel, dejame de hinchar las pelotas. Haceme caso, seguí con los cuentos, dejate de joder. Tomate tu tiempo, madurá un poco, y vas a ver cómo más adelante vas a escribir POESÍA COMO DIOS MANDA.
-No sé, loco, la verdad es que no me parecen tan chingadas. Ya sé, Renato, no es Rilke, pero qué sé yo, mejores que las de algunos cuantos giles...
-Ya sé, nabo, pero todo depende del punto que quieras matar. Podés ser un POETA o el rey de los poetas boludos, ¿no? Si te conformás con eso... mirá, yo que vos todavía no las mostraría.
-Tarde.
-Pero la puta que te parió, viejo, no te puedo dejar solo que hacés cagadas. ¿A quién se las mostraste?
-No sé, armé unos cuantos volúmenes y los repartí por ahí.
-Y bue´, ya está. A lo hecho, pecho.
-Ahora te digo, ¿vos sabés que varias personas me dijeron que les gustaban más mis poesías que mis cuentos?
-Seguro que son de la caterva ésa que la va de intelectual y que encuentra todo tipo de disparates interlineados.
-Loco, sos un prejuicioso de mierda. Dame una oportunidad, o, aunque más no sea, leélas de nuevo con el Larousse a mano.
-¡Andá a la puta que te parió, forro! ¡Lo único que faltaba! ¡Porque no conocía una boludez de ésas que andá a saber de dónde las sacaste te hacés el fino, ahora! ¿Ves lo que te digo, chabón? La poesía no se escribe con el diccionario en la mano.
-¿Y quién dijo que no?
-Cualquiera, boludo, cualquiera que le preguntes te va a decir lo mismo.
-Bueno, me chupa un huevo. Yo escribo poesía con diccionario enciclopédico, diccionario de filosofía, diccionario de sinónimos y mirando televisión. Y andá a la puta que te parió, vos también.
-Y bueno, loco, jodete. Todavía que me preocupo por tu carrera... flaco favor te hiciste mostrando esos “apuntes”.

FLACO FAVOR
Flaco favor
A resultas de un regreso tan pedestre y compulsivo
Duermevelas manuscrito
Que tan sólo en éxtasis puede ubicar su sombra
La sombra de una mano y de una pluma
Que casi siempre se muerden
Entretejidas de dolor
Mientras sostienen las muñecas
Del odioso compañero de trapecio
Sin red
Ahogadas sus mientes en océanos parvularios
Aleladas
Por el murmullo de sus vientres
Tan sacudidos de gestas y de ingestas.
Pues bien,
Futuro ripio de generaciones altoparlantes:
Sumemos aire sobre aire
Aguas sobre aguas
Sangres sobre almas
¿No ven acaso que ascuas de sentido
Mueren irremediablemente
Junto a las últimas atrocidades
Mientras interpretan
El NO
Como bastardas marionetas de su propia especie?