domingo, 5 de junio de 2011

NOS VAMOS PONIENDO TECNO

Bueno, eeeh, una importante decisión, ¿no?, la de la Cámara del crimen.
-Principalmente porque ya lo coloca a Grosso frente al juicio oral. Esta era la causa por la usurpación del Parque Tres de Febrero en la cual hay varios imputados, y acuérdense ustedes que Grosso había sido procesado por el doctor Farías, a cargo del Juzgado de Instrucción catorce por el delito de administración fraudulenta y abuso de autoridad. Fue apelada y bueno, la Cámara (la Sala Séptima) confirmó el procesamiento, así que en líneas generales está al borde del juicio oral.
-Usted puede estimar más o menos para cuándo podría eeh comenzar este juicio oral?
-No, porque justamente con la resolución de cámara declara la nulidad del procesamiento de otro implicado –Genovetti- en la causa en la cual la Cámara ordena la nueva indagatoria. Si lo unen a eso, podemos estar hablando de tres o cuatro meses si es que nuevamente llega a apelar este hombre. Si no, creo que en dos meses ya tendríamos juicio oral.”
 
Tadeo apagó la radio. Puso el agua para el mate, tomó de la bolsa del pan una flautita y sacó de la heladera el paquetito con cien de salame y cien de queso. Se sirvió un vaso de Resero blanco con soda y encendió la tele. Fútbol de Primera. Boca había vuelto a salir campeón un par de fechas antes de terminar el campeonato, y dale que te dale con lo mismo. El culto a Bianchi y a Palermo crecía en proporciones desmesuradas. A cualquiera que no fuera bostero la cuestión llegaba a romperle las pelotas.
Telefé estaba emitiendo un pseudodocumental de catástrofes, bien amarillo y sangriento. Por América, los agudos periodistas de Zoo se regodeaban con el cenicero que Susana Giménez arrojó a la vez a su marido y a la celebridad, y teorizaban acerca de los límites que debe o no guardar el periodismo frente a la intimidad de los famosos. ¡Pero qué piola, che! En ATC, el súmmum del jolgorio y la diversión: Un gerente de Milkaut hacía un pormenorizado y sesudo análisis de la industria láctea argentina. La única esperanza de Tadeo era entonces Azul TV, o sea, casi nula. Comprobó con un dejo de frustración que no se había equivocado: estaban dando una mediocre película norteamericana que pretendía parecer crítica con el sistema jurídico yanqui, cuando en realidad todo el mundo sabe (y ellos más que cualquiera) que no se trata más que de un burdo intento de parecer transgresores. Porque queda bien, ¿viste?
Apagó el televisor. Apagó también el fuego y se dispuso a armarse un sándwich.
Ya estaba saboreándolo cuando su mandíbula inferior se detuvo abajo: allí, frente a él, una exquisita rubia, completamente desnuda, lo observaba. Era tan shockeante la agresiva belleza de aquella desnudez, como la imposibilidad de la situación. Tadeo atinó a decir –no muy convencido, como quien supone y admite tácitamente estar alucinando:
-¿Y vos quién sos, nena? ¿Qué hacés aquí?
La ninfa le respondió en español, aunque con un acento muy marcado:
-Quédese tranquilo. Yo no estoy aquí.
-¡Ah! Me lo suponía.
-No, lo que quiero decir es que no estoy aquí, pero de alguna manera, sí lo estoy. En realidad, mi cuerpo está en un lugar de Finlandia, participando de un experimento. Soy un holograma.
-Un holograma, eh... –dijo Tadeo, y avanzó hacia ella. Cuando intentó tocarla la mano pasó a través, e inmediatamente recordó una película con Kurt Russell que había visto hacía poco. Miró sus manos al derecho y al revés, y comentó:
-¡Qué curioso! Lo mismo me pasaba una vez que tomé pastillas para el parkinson.–Volvió a su silla. -¿Podés decirme algo acerca del experimento ése? Por ejemplo, ¿no podrías haberte transportado vestida? Digo, no, porque uno, viste...
-Pero precisamente ésa es una parte central del experimento. Queríamos producirle ésa impresión
´-Y vaya que me la produjeron!
-Queremos obtener ciertos datos acerca de la sexualidad y el erotismo por estos lugares –continuó la deliciosa finlandesa. -Eso, sin correr los riesgos físicos y sanitarios que conllevaría nuestro traslado en persona. No lo vaya a tomar a mal, pero no nos gusta cómo las gastan por aquí.
-Ahá. Hacen bien. Pero realmente no me explico cómo vas a hacer para averiguar lo que sea.
-¿Por qué?
-Y, si no te puedo tocar...
-Pero me puede ver. ¿No le gusto?
-¿Que si me gustás? Mirá –dijo Tadeo, mientras se incorporaba y extraía su empinado miembro.- Yo también tengo para mostrar.
-¡Huy! ¡Qué belleza! –Dijo la chica.
-¿Te gusta, piba? ¿Y? ¿Qué hacemos?
-¿Sería capaz de gozar sólo mirándome?
-Si me ayudás, seguro.
-Pero claro. Para eso estoy acá.
Entonces ambos comenzaron a masturbarse mientras se miraban con avidez. La chica se manoseaba con ganas, gesticulaba muy osadamente y Tadeo no sabía cómo retrasar su orgasmo. Lograron climas muy álgidos, pudiendo alcanzar tórridos remansos y volver al ataque acompasadamente, artísticamente. Parecía que habían llevado toda una vida haciéndolo de ese modo. El final fue asimismo sincrónico e intenso.
Tadeo volvió a su silla, agitado y rubicundo. Se bebió de un saque el vino, hasta masticó los cubitos, mientras recuperaba el aliento. Al cabo de unos momentos, preguntó con sorna:
-¿Respondió a sus expectativas, doctora?
-No estuvo mal. Tiene cierto refinamiento, usted, a pesar de su apariencia y de la pocilga en que vive.
-Qué le va a hacer...
-Pero la verdad, debo confesarle que este ambiente rústico realmente me excita. ¿Me permite?
En ese momento cobró presencia un gigantón de brillantes rizos rubios también, con una contextura musculosa y esbelta, casi la personificación de Odín joven. Por supuesto, desnudo. Y con una prominente erección.
-Ya sé –dijo Tadeo. -Otro holograma.
-Exacto –dijo la chica. -Y ahora, si nos disculpa...
Dicho lo cual se arrojó sobre el adonis y dieron inicio a la cópula más espectacular que Tadeo hubiere visto, incluyendo las películas porno.
-Paren un poco, loco, es mi casa –insinuó. -Será una pocilga pero es decente. –Como lo ignoraban olímpicamente, se siguió quejando: -Aparte, podrían haber esperado un cachito, ¿no? Tan rápido no me da.
Entonces se fue a su cama, dándoles la espalda. Que hicieran lo que quisieran. De todos modos, no estaban allí. Durante un momento pensó que tenía motivos para sentirse agraviado, o utilizado.
Pero pensándolo bien, debía agradecer un par de cosas a aquellos hologramas: la mejor puñeta de su vida y una perfecta alegoría de nuestras relaciones con el primer mundo.