martes, 10 de mayo de 2011

Mesa de enlace interdimensional


-¿Eso es todo? -Preguntó el Enviado de Cratilo, visiblemente decepcionado por mi relato. Tal parecía que nada de lo que  fuera a contar iba a resultarle potable; o quizá tomaba esa actitud para presionarme, y de ese modo compulsarme a alcanzar mejores resultados. Si era esto último, bienvenido. Por el contrario, si se trataba de simple y llana mala fe, pues bien, ya encontraría yo el modo de castigar a una entelequia, por más fantasmagórica que fuese. En todo caso, le respondí malhumorado:
-Estúpido, se trata de una historia por entregas. ¿No viste el I del título? ¿O acaso vos pensás que voy a tragarme esa mierda toda junta? Ya me la tuve que fumar de corrido cuando efectivamente ocurrió. La ventaja de recrearla es que te permite regular la dosis de veneno. Y las intoxicaciones bien reguladas muchas veces dan lugar a estados de euforia, incluso a éxtasis. Pero mucho humo de pólvora suele resultar letal a corto plazo.
-A cortísimo aún, si estás del otro lado del caño del fusil.
-Y, algo de eso hay, también. Pero es parte de otra entrega. Ahora me voy a pasear un rato por el Pelourinho, en Salvador, Bahía. Te voy a contar cómo lo conocí a este negro- señalé a Fernando Aléncar Figueroa, el hermano de mi esencia que anuncié en la presentación, y que ahora, gracias a su condición etérica, se había sentado a la mesa y me miraba con ojos más negros que la noche, desde el albo atalaya de su dentadura expuesta en franca sonrisa-.
-Y digo yo… decirle negro, ¿no es una falta de respeto? -Chicaneó el Enviado de Cratilo.
- Preto é uma cor, negro é uma raça -sentencié, como para ir entrando en clima, sin tener en cuenta si el idiota aquél entendía o no.